"" el ojo heterotópico: enero 2013

miércoles, 30 de enero de 2013

Amputaciones




La Historia da pero quita. Lo que se encumbra como alegoría perece como olvido. Y como resultado de los avatares se nos ofrecen los estragos. Cualquiera que ande por la calle y se pare ante un edificio del pasado ¿qué interpreta? Seguramente nada.Una decoración simbólica, una acumulación estatuaria, unas formas geométricas que configuran una fachada o todo un conjunto arquitectónico no significan hoy día nada para el común de los moradores de la ciudad. Se catalogan, eso sí, para los escasos indagadores. Se los nombra, eso también, en las habituales guías turísticas que dicen y no dicen. Tanta ornamentación, antaño representación de poder, de sentido simbólico y de claves institucionales, hoy pasa desapercibida. Aquel templo, aquella otra fachada, tal palacio, o ese molino son simplemente...monumentos (suena ilustre y elevado) pero también antigüedades (esto resulta ya más condenatorio)




Siempre me intrigaron las amputaciones de las estatuas. Podría verlo simplemente como obra de la barbarie, del gamberrismo, de las algaradas callejeras o de las invasiones extranjeras. Sería una somera representación del acto. Acaso simplemente ha sido la acción del clima sobre la piedra o bien la misma fragilidad de su consistencia. Cuando recuerdo aquella representación del Buda dinamitada por los talibanes afganos, o el bombardeo de la biblioteca de Sarajevo o la recentísima destrucción de la biblioteca de Tombuctú, las amputaciones de las estatuas próximas me parecen algo menor. En cierto modo, hasta nos hemos acostumbrado a esa pérdida parcial de algunas de sus partes, si es que llegamos a mirarlas.   




Lo sorprendente de las amputaciones de las estatuas cuyas fotografías traigo aquí es su significado. Todas ellas están en la fachada vieja de la Universidad de Valladolid y son alegorías de la geometría, el derecho canónico, la retórica y la teología. También hay otras que representan a la medicina, la filosofía, el derecho civil, la astrología o la historia, aunque no aparecen tan dañadas. ¿No resulta una paradoja que las amputaciones de las estatuas antiguas encuentren un paralelismo hoy con las amputaciones presupuestarias en materia de enseñanza, cultura e investigación científica?





domingo, 27 de enero de 2013

Poema geométrico del todo









De lo particular a lo general.
De lo diminuto a lo crecido.
De lo baladí a lo considerable.
Del detalle al conjunto.
De lo sectorial a lo global.
De lo lineal a lo transverso.
De lo singular a lo plural.
De la abstracción a lo figurativo.
Del trazo a la línea.
Del renglón a la representación.
De lo horizontal a lo erecto.
De lo personal a lo colectivo.
De lo desmenuzado a lo integrado.
Del significante al significado.
Del balbuceo al lenguaje.
De la secuencia a la serie.
De la proporción a la armonía.
De una cara a la superficie.
Del ángulo a la extensión.
De lo paralelo a lo convergente.
Del segmento al desarrollo.
De la parcela al territorio.
De la aldea al mundo.
De un área local a una dimensión universal.
Del recogimiento a la expansión.
Del destello a la plenitud.
De lo naciente a su ocaso.



miércoles, 23 de enero de 2013

Marsias



Aquel sileno no era más hijo del sol que otros. Ya anciano y desgastado no se merecía el trato que le depararon los dioses. Pero ¿de qué maldiciones y condenas no han sido capaces estos sobre sus inferiores? Los dioses no respetaron jamás a otros seres de la naturaleza, incluidos los hombres, si no era para su beneficio. 




Si Marsias fue el inventor de la flauta de doble tubo o simplemente retomó la que había tirado Atenea porque consideraba que la afeaba es algo que el mito da a elegir. No sé si los sátiros eran solamente criaturas que vivían para la seducción, el placer y la travesura. Pero la música, ¿no es un conductor idóneo para alegrar las almas, cautivar y compensar los tiempos desapacibles de la vida? Tal vez Marsias lo supiera y se vanagloriara en exceso de su don de tocar la flauta. Pero los dioses son implacables cuando no soportan la competencia de los de abajo.   





Incauto Marsias al desafiar a Apolo a que este no emitía mejor música con su lira que él con su flauta doble. ¿Tan convencido o más bien sugestionado estaba el sileno de la calidad única de su flauta? ¿Es en ese desafío donde Marsias tocó el techo de su presuntuosidad lúdica? Apolo recoge el desafío pero pone una condición: que el vencedor pueda hacer con el vencido lo que le plazca. ¿Tan soberbio era el pequeño diablo echando aquel pulso al dios? Cuando Apolo demuestra que puede tocar la lira invirtiendo el instrumento, invita a Marsias a hacer lo mismo con su flauta. El fracaso fue también su castigo. Marsias fue colgado de un árbol y despellejado. Es probable que desde entonces los sátiros no hayan retado a nadie y se mantengan exclusivamente en su parcela dionisíaca, lúbrica y seductora. 




Fotografías de la copia helenística de Marsias existente en la Casa del Sol, sede de la colección del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. La Casa del Sol pertenece al Museo Nacional de Escultura de Valladolid.



jueves, 17 de enero de 2013

Tráfico de soledades




¿Qué queda de las estaciones de ferrocarril como espacio de tránsito y de encuentro? Podría decirse que acaso su propia soledad. Y más si un día de niebla borra sus confines. Gracias también si permanece una arquitectura largamente centenaria que la vincula aún a los tiempos de los grandes expresos. Sin esa reliquia el recuerdo se habría extraviado del todo entre el brumoso desdén de las nuevas generaciones.




El hombre se ve niño en el andén. Juega a no perder de vista el extremo de los dos sentidos de dirección de la gran marquesina de acero. Por mucho que fuerza la mirada vacila y tiene que confiar en que el tren que ha partido continúa bien renqueante, bien feroz, su recorrido. El niño quiere imaginar que es verdad que al otro lado de esa niebla no solo persevera inagotable una red de vías sino que ese curso metálico conduce a ciudades encantadas. Lugares con castillos al borde, urbes desde antiguo amuralladas, poblaciones que escalan genuflexas ante sus catedrales, núcleos modernos donde las fábricas reemplazan el viejo arte y apelmazadas barriadas suceden a los obsoletos caseríos. Y entre medias de todos los lugares habitados, la tierra. La de labor y la de regadío. La fértil y la árida. La llana y la agreste.




El hombre quiere revivir con su padre el paseo de los domingos. Apenas unas décadas sacuden su memoria. Se esfuerza en recuperar el trajín de los trenes que llegan y parten con viajeros. Gente de las regiones. Tiempos de espera largos que propiciaba conversaciones, resignación e incluso hastíos. El niño preguntaba. Sobre las locomotoras, sobre el funcionamiento de los trenes, sobre el personal que controla la circulación. Y siempre el constante enigma de lo que habrá al otro lado. Donde los raíles se confunden y donde dicen que habitan otros niños.











viernes, 11 de enero de 2013

La niebla del pasado




Invierno en torno a las herramientas que quedaron atrás. Esta imagen de la vieja maquinaria de carga y descarga de la dársena del canal de Castilla en Valladolid se disuelve más y más en las brumas según va cayendo la tarde. Y el curso antiguo de las aguas traídas por los hombres es devorado de forma compartida por el tiempo y por la niebla. 




Miras desde el final del canal y el principio, muy lejano, aparece ya borroso a los escasos metros. Qué lejos queda Castilla del mar. Qué lejos de sus contradictorios pasados. Y sin embargo te colocas mirando al origen porque intuyes que en todos los orígenes se siguen encontrando las respuestas el presente. Y la niebla no es un obstáculo. La boira del llano te conduce a una meditación interior. El transcurso del tiempo, los avatares de la historia, el aliento de la vida con sus claroscuros.

Canta Joan Maragall, poeta catalán y padre de la poesía moderna catalana, en su Himno Ibérico reivindicando y redimiendo una tierra cuyas brumas son su historia:

"Sola, en medio de los campos,
tierra adentro, ancha es Castilla.
Y está triste: solo ella
no ve los mares lejanos
¡Habladle del mar, hermanos!"






El Canal de Castilla, una obra cuya idea procede del siglo XVI, no es sino emprendida durante el Siglo de las Luces, si bien su conclusión no tuvo lugar hasta mediados del XIX. Su objetivo consistía en que fuera el medio de transportar el grano de los extensos campos de cereal de la Meseta hasta el puerto de Santander. Ello dio lugar al crecimiento de un sinnúmero de molinos y harineras a su vera. Pero información al respecto abunda en la red y en los libros. 

En las fotografías que se muestran aquí, los edificios son antiguos depósitos de la dársena. Hay unas grúas utilizadas para la carga de las barcazas y aparecen otras manivelas más modernas de regulación del canal.




No puedo por menos que recomendar el titulado "Castilla en canal", escrito por Raúl Guerra Garrido, con fotografías de Eduardo Margareto, publicado por Ediciones Cálamo en 2008. No es una guía turística al uso, ni una descripción meramente técnica de la historia de la gran obra de ingeniería que Guerra Garrido compara con los canales del Midi o del Languedoc. Es el testimonio de un viaje calmo, las reflexiones sugeridas por el mismo y el vínculo con paisajes y personajes del presente.