¿Cuántos ojos se posan sobre los objetos? ¿O sobre las situaciones? ¿O sobre los paisajes? Y no me refiero al orden secuencial: una mirada tras otra mirada. El hombre que toma café mira unas cuantas fotografías de libro. Según las observa se mira a sí mismo. Quiere plasmar una posición de su mirada sobre las otras miradas. Los autores de las fotografías de libro andarán por alguna parte, encontrándose en sus quehaceres. ¿Siguen siendo sus fotografías cuando llega otro individuo y se pone a hacer su propia lectura de ellas?
El café debe ser lento y quien lo apura puede mirar a la pareja y hasta hablar con ella. Observa a ambas mujeres. Los tres han detenido el coloquio. Relajan sus rostros, entrecierran los párpados, pierden su mirada. Ni siquiera el hombre del café las mira de lleno. Mira el fondo de la taza y acaso también piensa. Fue una hermosa tarde de primavera. Fue una visita en que él sobraba. Fue un sorprender una actitud inesperada. Tomará el último sorbo de la taza y se marchará.
Al hombre de gusto cafetero le atraen los espacios interiores que sabe que son fotografías y no espacios. Pero que él los contempla como extensión. Le seducen porque están vacíos y la perspectiva gana con la luz. No hay solo una mirada hacia el entorno exterior. Se mira dentro de sí -sobe todo dentro de sí- mientras eleva la taza. Se ve allí dentro, desnudo como la habitación. Habla con la luz que embarga el recinto y se deja llevar por el vago recuerdo de determinada pintura danesa de autor. De la desnudez de una habitación cabe obtener una cierta actitud mística donde él quisiera renacer.
Cuando mira el cuerpo que le da la espalda le recorre el escalofrío de un abandono. Quiere estar y no quiere estar allí. Reconoce en la mujer una parte que él ha entregado de sí. Teme que el color que dispersa la calidez que mostró ella sea también el principio de una disolución. Piensa que nunca hay que concluir categóricamente. Se siente demediado. Consulta los posos del fondo. Cree ver el símbolo yin yang.
Si no se viera sujetando la taza pensaría que se trata de un animal mitológico. O de un sueño y, por lo tanto, de una advertencia. Los animales hablan en nuestros sueños tanto o más que los otros humanos. Se reencarnan ofreciéndose. Toma mi pelaje de color albo, mi mirada proyectada, mi olfato inequívoco, mi astucia y mi agilidad. Parece escuchar decir al ser fantástico que se le ha plantado delante. E incluso: termina lo que tomas y déjate conducir a otra dimensión; tanto tenéis que aprender los hombres de nosotros....
Los autores de las fotografías de fondo son lo siguientes, en orden consecutivo: Justine Kurland, Kelli Connell, Gábor Ösz, Arno Nollen, Charlotte Dumas y Aneta Grzeszykowska. Con mi agradecimiento por sus miradas.
Que original!!
ResponderEliminarMe encantan las fotos..
Saludos
Fotos sobre fotos, con intermediario de por medio...el café, la mirada, la abstracción...todo lo que puede conllevar hojear un libro de fotografías...¿Acaso no racionalizamos de alguna manera las fotos que vemos, como los textos que leemos? O las traemos a nuestro acervo personal. El intercambio, Enya. El sincretismo.
EliminarGracias por llegar aquí.
Me gusta especialmente la primera de tus "visiones". Me ha parecido una camada de sirenas tomando el sol sobre las rocas del atardecer.
ResponderEliminarYo también soy cafetera pero estas contemplaciones me pasan más a menudo con un té de manzana y canela.
Y a mí me gusta esa foto que yo "tuneo" vilmente. Imagen idílica del reino maternal, de la hembra y sus crías en estado natural (no se me malinterprete, por favor) y de manera más inmediata una evocación del nudismo sin trabas, que me fascina.
EliminarNo importa el contenido, usted alza la taza, y de alguna manera brinda por su digestión, por el placer del reposo, por el gesto de la quietud tras la nutrición obligada. No importa sino la visión, el objeto de lo que miremos o leamos, ¿verdad?
Muy interesante tu visión sobre la percepción....mitología, percepción y sueño.
ResponderEliminarA propósito http://laperraextremena.blogspot.com.es/2012/11/el-falso-espejo.html
Nada de lo que nos rodea no debe ser ajeno. Al menos prestar nuestra mirada. La percepción llegará a continuación, ¿no te parece?
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